La experiencia de dar a luz a mis hijos ha sido la más increíble de mi vida. Por suerte los dos fueron bien y rápido, y pude llevar a cabo mi deseo de tenerlos por parto natural.
Cuando la gente me dice «qué valiente!», o «vaya ganas de sufrir…» yo no digo nada, me limito a encogerme de hombros porqué no quiero convencer a nadie, cada uno es libre de escoger la forma de hacerlo y yo tuve mis motivos para hacerlo así. Me informé, leí y me preparé para el momento, y lo más importante, no tuve miedo. Creo, desde mi punto de vista, que es la mejor opción, y nada más. Estoy en contra de la hipermedicalización, de los partos programados y de las cesáreas por interés.
Supongo que la mayoría de las personas que me dicen eso es porque no se han informado sobre pros y contras de las opciones existentes, no se han preparado, y la mayoría tiene miedo al dolor y a lo desconocido.
Una vez leí que un parto con o sin epidural es como si un alpinista decidiera subir una cumbre andando, o cogiera un helicóptero para llegar a ella. El destino es el mismo, pero la experiencia no será la misma. El esfuerzo y el dolor hacen que la meta sea mucho más emocionante e intensa. Y es cierto.
El dolor forma parte del proceso natural, dura lo que dura el parto, después se esfuma, y te queda la enorme satisfacción de haberlo conseguido, te invade el orgullo hacia tí misma y te sientes poderosa y fuerte.
Es una experiencia maravillosa que muchas mujeres se pierden por miedo. Otro asunto es que la cosa se complique o no venga todo lo bien que se pudiera esperar, en ese caso, otro gallo debe cantar.
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